
1. Llegas sin entender absolutamente nada y crees que jamás lograrás adaptarte.
2. Durante un par de semanas pasas por la “fase turista” y te impresionas con prácticamente todo lo que ves, a pesar de que en tu país de origen hayan cosas similares o mejores.
3. Cuando pasas esa fase te viene un “periodo negro”, donde ya nada es positivo y solo quieres volver a tu país porque extrañas todo.
4. Pero inevitablemente comienzas a adaptarte. Conoces gente y de repente te das cuenta que no todo es tan malo. De hecho vuelves a creer que el lugar es genial.

5. Sin embargo volverás a caer en el “periodo negro” cuando sea el cumpleaños de tu madre, de tu hermano o de tu tío. Las fechas importantes son las peores enemigas del viajero.

6. Pero la tecnología se convierte en tu mejor aliada. Estar sin wifi es lo peor que te podría pasar.
7. De repente te das cuenta que estás hablando dos o más idiomas al mismo tiempo, algo así como un dialecto inventado por ti: “¡Hello mi amigo, guten morgen!”.
8. Y a medida que pasa el tiempo, te das cuenta que te llevaste muchas más cosas de las que deberías.

9. Y las tiras o las devuelves a tu hogar en la próxima visita a tu país, la que se transforma en las mejores vacaciones de tu vida. Esas “vacaciones en casa” son lo mejor.

10. Y finalmente, independiente de cómo hayas sido antes, maduras más rápido de lo que jamás pensaste.

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